Luz tenue. Vaso de Vermout dulce a la izquierda. Tras toda la tarde dormitando y con dolor de estómago me siento frente al teclado. Hoy me siento mortal. Suena la ópera de Chaikovski.
Cinco y media de la tarde. Zapatos de boda, negros, vaqueros y camisa. Acude a casa un amigo, no quiere té.
Todas las mujeres de peluquería y los maridos trajeados. Mirando el atrio desde la primera planta reconozco a uno de los mejores profesores que he tenido, un geotécnico excepcional. Él nos recomendó mi amado libro "Estructuras, o por qué las cosas no se caen" de Gordon, un texto delicioso. Son las ocho en punto de la tarde, el telón se levanta y comienza la segunda actuación tras la apertura de temporada. Las butacas son inmejorables, platea.
La obra comienza serena, no hay gorda chillando. La canción popular bien, la lectura de la carta buena. Como dice Kigo, a los trompas se les escapan unos elefantitos, estarán fríos todavía. Al público se le hace pesada. Aplauso al aria de la soprano, a mi no me convence. Me giro a la izquierda, coño, me suena esa cara. Crece en intensidad, la obra va ganando terreno. La escenografía es muy buena y la iluminación inmejorable. Parece un cuadro de David. Me siento observado y giro la mirada. La señora me miraba, "seguro que se hace cruces de que yo esté aquí sentado", me suena su cara... ya decía yo, una ex-ministra. Continúa la ópera. Puede que el mejor aria que he escuchado en el Real, al menos masculina, Andrew Goodwin. Los pelos de punta, emoción. Termina y un rotundo silencio. Nadie aplaude. Tres segundos, cuatro, nada. sigue la música. Paso del amor al odio. O yo no entiendo nada, que puede ser, o son todos unos inconscientes. Tengo varias teorías para explicar esa injusticia, quizás ninguno de los allí sentados tiene mucha idea, a lo mejor todos se sienten tan fuera de lugar como yo y no se atreven a iniciar un aplauso, quizás estaban tan emocionados que no eran capaces de reaccionar a tiempo. Supongo que la realidad es que yo no entiendo demasiado. Tras el descanso la tensión que ya había crecido se hace casi incómoda. La orquesta está casi en su sitio pero no luce como acostumbraba. Las voces no son el recopetín, pero bien. El joven Lenski clava su aria con un tono fresquísimo, pero se queda corto en otras partes de la obra. El montaje tiene un diez, matrícula. Cae el telón.
Hoy he vuelto al trabajo. Era lo mismo de siempre, pero yo sonreía por dentro. Pero vamos, el tiempo lo cura todo, solo un día y ya tengo el mismo sabor en la boca.
¿El geotécnico tenía los ojos azules intenso?
ResponderEliminarMe encanta Chaikovski.