Resulta que la imagen que uno tiene de sí mismo y la forma en que percibe su realidad y sus propias emociones es una mentira. Bueno, una percepción transformada y distorsionada de su realidad. Y no hablamos de la subjetividad de un punto de vista, sino de una incapacidad del ser de tomar una postura sincera con uno mismo. Y eso tiene consecuencias que a mi parecer son absolutamente sorprendentes. ¿Somos incapaces de asumir la verdad o es que nos resulta más fácil vivir en la mentira?
Se me ocurren ejemplos propios, de personas cercanas y de personajes conocidos. Pero puede que el mejor sea el de un presidente incapaz de ver la realidad, o al menos eso quiero pensar. Seguí el Debate sobre el Estado de la Nación y llegué a la conclusión de que es un hombre con una imagen de sí mismo y del mundo que lo rodea bastante alejada de lo que todos los demás perciben. Quizás sea su inconsciente el que perturbe y transforme, el que convierta los panes en peces y el agua en vino. Pero aun pudiendo permutar una mentira por una inconsciencia, no creo que ello exima al pecador de sus yerros. Ni para el presidente, ni para el amigo, ni para mis propias mentiras...
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