El martes por la noche estuve en Barco, situado en la calle del mismo nombre. Llegamos a las 10 de la noche y nos quedamos hasta bien pasadas las doce. Según tenía entendido es una sala de jazz en directo. Esa noche tocaba la actuación de una escuela de música, por un lado algo de decepción, por otro reconciliación con el mundo musical. Al ver tocar a todas esas personas, no profesionales sino gentes que lo hacen por gusto, por hobby, sentí cierta envidia. Y es que mi trompeta lleva demasiado tiempo en la funda. Bueno, llevaba. Esta tarde no he reprimido el impulso y la he tomado entre mis manos. Estaba fría y sucia. Olía a metal. Un poco de Boss para desinfectar y perfumar... Solo 30 minutos, minutos de esperanza, de buenas intenciones y de auto-indignación por haber perdido aquel maravilloso sonido. Un día era solista en una banda, me levantaban en conciertos y me gustaba la suavidad y frescura de mis agudos. El sonido de esta tarde era un insulto para el yo del pasado. Gracias a Dios ahora resuelvo ecuaciones diferenciales en derivadas parciales (bendito bilaplaciano que sirve para todo).
Chicos, y chicas, tras American Psycho (odio versus amor), me quedo ojeando fotos de puentes bonitos para mi examen de Arte. Rigoletto con María Callas nos acompaña.
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