La quinta esencia fue lo que descubrí el pasado viernes. Tras abandonar exhausto el examen de Hormigón, solo estuve unas cuatro horas sin descanso, fui a cenar por ahí.
El lugar elegido había sido vigilado durante más de cuatro años. Cada noche, al ir o volver de la biblioteca miraba lo que en su interior se cocía. La otra noche crucé el umbral de Quintaesencia. Iba bien acompañado aunque con cara de cansado. Tomamos una ensalada, bastante buena, un hojaldre y unos escalopines de venado exquisitos. Además un fortuito percance hizo que el propietario decidiese regalarnos el postre. El ambiente no acababa de ser agradable, aunque lo intentaban. La sorpresa llegó con la cuenta. No era una cena de treinta euros el menú, o es que salgo poco de casa (que puede ser). De cualquier forma una velada interesante.
Con muchas más cosas que contar de este fin de semana tan intenso como sacrificado me despido. Hasta la próxima.
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