lunes, 3 de enero de 2011

SI HUELES MAL ES QUE ESTÁS SUCIO

Ayer estuve en un bar, en Zaragoza. Es un lugar al que acudo regularmente, cuando estoy en mi ciudad, desde hace ya casi seis años. Tiene un aire irlandés y fue uno de los primeros sitios de la urbe en ofrecer frutos secos con la consumición. La música es actual y el ambiente cercano pero educado. La clientela es del barrio, aunque la cara B. Las edades variadas, desde veinteañeros hasta sesentones modernos.
El caso es que últimamente no me apetecía mucho ir. Y es que cuando tenías ganas de tomarte una cerveza, o un café, debías pensar si ibas vestido adecuadamente. Y no es que sea un sitio en el que se exija etiqueta, como el de Maryland, sino que te la podías jugar. Todavía recuerdo un día que estrenaba un jersey, debía de ser del tito Máximo (los CH son para otros). Al llegar a casa, tan solo después de haberlo llevado una hora estaba para el juicio final. Bueno, lo lavé y se le pasó, pero olía a rayos.
Bueno, pues ayer descubrí que era el tabaco lo que producía aquellos efectos. Y yo que pensaba que estaba en contra de la medida... A decir verdad, en parte sigo en desacuerdo. A mí nunca me ha gustado la Inquisición, ni tampoco el servicio secreto de la antigua Unión Soviética. Animarnos a todos a ser espías unos de otros parece algo propio de regímenes como el chino o el cubano. Si es que al final resultará que no es que fueran aventurados o incultos aquel día en que los puños se alzaban cual gaviota. Ya lo dije, pero lo repetiré, los totalitarismos, querida, no son la mejor solución.

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