Muy señores míos, es sábado, sí, sábado. Son más de la 1:00, sí, la una de la noche. Y es Carnaval, Carnaval. Toda la semana liado con un trabajo de la Escuela, el sábado ha sido intenso, hemos trabajado más de 8 horas... muerto. Lo peor es que en casa de uno de mis amigos había fiesta de disfraces, vaya desfase. Después de ver a dos tíos, hechos y derechos, con prominente barba, vestidos de bailarinas de ballet ya poco más me queda por delante. Aun con todo, cuando parecía que mi vida ya no podía ser más triste, llego a casa. Y al entrar al portal un descomunal ruido se hace dueño de mis oídos. Sí, las nuevas vecinas del primero han montado una fiesta. Sí, suena Siempre Así. Sí, todas pegan palmas. Subo a casa, hecho mierda, mi ropa asquerosa. Me quito la camiseta y voy al baño. Sentado en el servicio escucho los bailes flamencos y los coros de borrachas sedientas. Sí, mi vida es triste. Voy a la cocina y rebusco bajo los arroces congelados (qué bueno está el caldoso de calamares en su tinta). Pongo cinco hielos en un tubo, cuatro dedos de whisky y relleno de naranjada. Vuelvo al dormitorio, la casa huele a barbacoa sin chorizos ni pancetas. Me siento frente al ordenador y leo la prensa. Sí, están poniendo pegatinas por todo nuestro querido territorio español para limitar la velocidad a 110. Sí, durante cuatro meses. Sí, yo también me he preguntado quién coño será el dueño de la fábrica de adhesivos para señales de tráfico. Miro el correo, dos. Luego blogs de conocidos. Y aquí estoy, con Pedro Guerra (La lluvia nunca vuelve hacia arriba) y mi cubatilla (Vicente estaría orgulloso de mí si fuese un buen Erasmus, en realidad para ser el perfecto alumno de intercambio debería ser lunes)...
Nota final: sobre la mesa Finanzas para Directivos, elEconomista del viernes, mi hp, un ABC del jueves, apuntes de diversas asignaturas, envoltorios de bombones y una colección de productos informáticos,...
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